16.6.06

EL EFECTO TEQUILA




La crisis conocida por el nombre "Efecto Tequila" se inició el 20 de Diciembre de 1994 cuando el gobierno mexicano tomó la decisión de devaluar el Peso. En 1995, los efectos de la crisis se extendieron a otros países, entre ellos la Argentina, donde cayó el valor de las acciones y también hubo fuga de divisas. Para enfrentar la crisis, Ernesto Zedillo recurrió a los Estados Unidos, su principal socio en el NAFTA. Este país puso a su disposición un fondo de 20.000 millones de dólares.

El peso mexicano perdió la mitad de su valor en poco tiempo. La cotización del dólar pasó de 3,40 pesos a un récord de 8 pesos, para caer a 6,11 en julio de 1995; se dispararon los precios, se interrumpieron los créditos y, debido a la parálisis productiva, resurgió la desocupación.

A fines de 1995, la situación estaba bajo control pero ese año, el PBI había retrocedido, habían cerrado 10.000 empresas y la inflación era de más del 50 por ciento anual.

Dados los efectos que tuvo la crisis en las diferentes economías mundiales, principalmente las sudamericanas, éstas acuñaron el término Efecto Tequila con el que hacen referencia a la crisis y al efecto internacional de la misma.

En México también se le conoce como el Error de Diciembre, una frase acuñada por el ex presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari para atribuir la crisis a las presuntas malas decisiones de la administración entrante de Ernesto Zedillo Ponce de León y no a la política económica de su sexenio.

CAUSAS

Administración de Carlos Salinas

Durante la administración del presidente Carlos Salinas de Gortari, 1988 -1994, se dio especial importancia a la inversión extranjera. Esta administración privatizó la banca nacional (nacionalizada apenas seis años antes por el presidente José López Portillo). Los fondos provenientes de estas ventas y de las de otras compañías del gobierno sirvieron para invertir en infraestructura lo cual era necesario para aumentar la eficiencia de la economía para aprovechar al máximo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Estados Unidos y Canadá. La popularidad y credibilidad de Salinas alcanzaron niveles altos, ya que la burbuja de crecimiento económico propiciada por la estabilidad y la baja inflación, hizo que muchos políticos y los medios afirmaran que "México estaba a punto de convertirse en una nación de primer mundo", y de hecho, fue la primera de las naciones recientemente industralizadas en ser aceptada en la OCDE en mayo de 1994. No obstante, era un hecho conocido que el peso estaba sobrevaluado (al menos un 20%, de acuerdo a algunas fuentes), pero la vulnerabilidad económica no era bien conocida o era minimizada por los políticos de Salinas o por los medios. Esta vulnerabilidad se agravó por varias decisiones de política macroeconómica de su administración y por varios eventos de inestabilidad política que se sucitaron en 1994.

La mayoría de los economistas e historiadores económicos, como Hufbauer y Schoot (2005) reconocen varios eventos y políticas marcoeconómicas de la administración de Salinas que propiciaron la crisis económica de 1994:

* 1994 fue el último año del sexenio de Salinas, quien, siguiendo la tradición del PRI en cada año de elecciones inició un increíblemente alto gasto gubernamental en obras públicas, lo cual se tradujo en un déficit histórico
* Para poder mantener este déficit histórico (un 7% del déficit de cuenta corriente del PIB), Salinas emitió los Tesobonos, un tipo de instrumento de deuda que aseguraba el pago en dólares, en lugar de pesos mexicanos
* México experimentó, común en esos días, prácticas bancarias relajadas o incluso corruptas; más aún, algunos miembos de la familia de Salinas (aunque sólo su hermano Raúl fue encarcelado) fueron acusados de transacciones ilícitas
* El candidato presidencial favorito para las elecciones, Luis Donaldo Colosio, fue asesinado en marzo de ese año, y unos meses después, José Francisco Ruiz Massieu el procurador encargado de la investigación del crimen, también fue asesinado
* El EZLN, una rebelión insurgente de Chiapas, le declaró la guerra al gobierno el 1 de enero; aunque el conflicto armado terminó 2 semanas después, las inconformidades y peticiones de los insurgentes eran causa de preocupación, especialmente para los inversionistas

Estos dos últimos eventos, y el creciente déficit de cuenta corriente alimentado por la demanda del consumidor y el enorme gasto gubernamental, alarmó a los inversionistas que habían comprado los tesobonos, principalmente ciudadanos mexicanos y algunos extranjeros, quienes los vendieron rápidamente, vaciando las reservas internacionales del Banco de México, las cuales de por sí se encontraban en niveles muy bajos. La política ortodoxa que debía realizarse ante tal situación, era incrementar las tasas de interés, permitiendo que la base monetaria se contrajera, para evitar que más dólares siguiesen siendo extraídos de las reservas rápidamente (Hufbauer & Schott, 2005). Sin embargo, dado que era un año de elecciones (en ese entonces consideradas las más transparentes del país, y las primeras con observadores internacionales) y ya que el resultado hubiera sido distinto si había una desaceleración económica, el Banco de México decidió comprar deuda mexicana para mantener la base monetaria e impedir que las tasas de interés se incrementaran, lo cual, a su vez, causó una mayor fuga de dólares de las reservas internacionales a niveles históricamente bajos (que llegarían a 9 mil millones de dólares; a modo de comparación, el 2005 llegaron a $70 mil millones). La crisis era inevitable, y terminar con la paridad fija del peso tan sólo era una de las muchas correcciones que tenían que realizarse. No obstante, aún después de las elecciones, durante los últimos 5 meses antes de la toma de posesión de Ernesto Zedillo, la administración de Salinas no realizó ningún ajuste. Algunos críticos sugieren que Salinas quería mantener su popularidad, ya que buscaba el apoyo internacional para su candidatura a director general de la Organización Mundial de Comercio. Salinas por su parte, argumenta que había hablado con Zedillo para compartir la devaluación entre las dos administraciones, y que Zedillo decidió tomar la carga del ajuste económico en su totalidad.

Administración de Zedillo

Zedillo tomó posesión el 1 de diciembre, 1994. Unos cuantos días después, tuvo una reunión con varios empresarios mexicanos y extranjeros, comentando sobre la devaluación que vendría, la cual sólo planeaba subir la banda de la tasa de cambio fija un 15%, hasta los 4 pesos por dólar (de 3.4 pesos que se encontraba en promedio en ese año), así como terminar con muchas de las prácticas económicas no ortodoxas como la compra de deuda ante la situación del país), y así detener la fuga de dólares de las reservas internacionales. Los críticos del gobierno de Zedillo argumentan que aunque la devaluación era necesaria y económicamente coherente, se manejó incorrectamente en términos políticos: al haber anunciado sus planes de devaluación, muchos extranjeros retiraron sus inversioens, agravando los efectos de la devaluación. Sin poder mantener la nueva banda de la tasa de cambio, a principios de 1995, la administración de Zedillo decidió establecer el sistema de libre flotación del peso, el cual va llegar a 7.2 pesos por dólar en tan sólo una semana. Cuando el dólar dejó de ser controlado por el gobierno el peso perdió la mitad de su valor, hecho que ocasionó que las deudas en dólares no pudieran ser pagadas. Las decisiones de Zedillo, principalmente la de anunciar la devaluación a los inversionistas, y el establecer el sistema de libre flotación, fueron el "error de diciembre" de acuerdo con el ex presidente Salinas de Gortari.

Paquete de emergencia

Los Estados Unidos intervinieron rápidamente comprando pesos del mercado para evitar una mayor depreciación del peso, sin embargo esta medida no era suficiente. El presidente norteamericano Bill Clinton solicitó al congreso enviar un paquete de rescate. Sin embargo diversos representantes del Congreso que se habían opuesto al TLCAN veían esta crisis como un resultado del tratado, (aunque para la mayoría de los economistas, la crisis y el TLCAN no estuvieron directamente relacionados). El congreso votó en contra de la aprobación de fondos de rescate. No obastante, algunas personas dentro del Tesoro norteamericano encontraron un truco legal para enviar el rescate por medio del Fondo de Estabilizació de Divisas, el cual no requería la aprovación del Congreso de los Estados Unidos. Así, se enviaron de los Estados Unidos $20 mil millones de dólares, a los cuales se les añadieron casi $30 mil millones más: $17 mil millones del Fondo Monetario Internacional, $10 millones del Bank for International Settlement, mil millones del Banco de Canadá en forma de swaps de corto término y mil millones más provenientes de diversos países latinoamericanos (entre ellas Argentina y Brasil cuyas economías eran severamente afectadas por los efectos de la crisis mexicana). El dólar se estabilizó a un precio de 6 pesos, y por los siguientes dos años, antes de ser afectado por la Crisis Asiática de 1998, se mantuvo entre 7 y 7.7 pesos.


Cambios en la política económica

Teniendo que cumplir con las obligaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México no recurrió a las prácticas tradicionales de los países latinoamericanos en tiempos de crisis (como el control de capitales, lo cual hubiera prolongado la crisis, tal como fue el caso con las crisis sudamericanas del 2001-2002), sino que introdujo controles estrictos en la política fiscal, continuó con su política de libre comercio y libre flotación. El crecimiento acelerado de las exportaciones amortiguó la recesión, y en menos de 10 meses, la tasa de crecimiento mensual del PIB ya era positiva. Para 1996 la economía ya estaba creciendo (llegando a un máximo de casi 7% en 1999), y en 1997 México pagó, por adelantado, todos los préstamos de los Estados Unidos. No obstante, los efectos de la crisis, principalmente causados por las altísimas tasas de interés durante los días de la devaluación (que llegaron hasta el 100%), y que provocaron que millones de familias no pudieran pagar sus préstamos e hipotecas, duraron mucho más tiempo.

EFECTOS

Los negocios mexicanos que tenían deudas en dólares, o que se confiaron en comprar suministros de Estados Unidos, sufrieron un golpe inmediato, con un despido masivo de empleados y varios suicidios producto de la tensión de las deudas. Negocios cuyos ejecutivos atendieron a las reuniones en las oficinas del entonces presidente Zedillo se ahorraron la pesadilla de la crisis - ya que fueron advertidos, compraron rápidamente una inmensa cantidad de dólares y renegociaron sus contratos en Pesos. Para empeorar la situación, el anuncio de la devaluación se dio a mitad de semana en un miércoles, y durante el resto de la semana los inversionistas extranjeros huyeron del mercado mexicano sin que el gobierno hiciera alguna acción para prevenirlo o desalentarlo hasta el siguiente lunes cuando ya todo fue muy tarde.

El error de diciembre causó tanto malestar en la población que Salinas de Gortari no se atrevió a regresar a México durante mucho tiempo (él hacía campaña por el mundo para encabezar la OMC en ese entonces). El incidente también sirvió para hacer claro que su influencia (si es que tuvo alguna) en la administración de Zedillo se había terminado.

Fuera de México, lo que pasó después no fue tampoco bueno, la crisis se propagó a otros lugares de Latinoamérica, como por ejemplo Argentina. En opinión de Paul Krugman, sencillamente porque para muchos inversores ignorantes todos los países latinoamericanos son iguales. Así que el pánico de lo que había pasado en México estúpidamente se extendió a otros países, que de la noche a la mañana se vieron escasos de fondos y endeudados a corto plazo. Krugman dice que los pecados económicos de estos países eran muy pequeños para tan graves consecuencias.


Enlaces Relacionados:

Was the Tequila Effect Rational?


1 Comments:

PERMALINK, Anonymous Anónimo

Oliver Azuara
Milenio
Enero 2, 2005


Ya se han cumplido diez años de la peor crisis económica y financiera que se haya tenido en la historia de nuestro país. Lo que a nivel internacional se denominó “Efecto Tequila” tuvo importantes consecuencias hacia fuera y hacia adentro de nuestro país, que cambiaron por completo las condiciones bajo las cuales hoy en día vivimos. De hecho, a partir de este suceso es posible explicar gran parte de la paralización política que hoy en día vivimos en México.

En el plano internacional, el Efecto Tequila puso de manifiesto las debilidades estructurales de países que se estaban insertando en el proceso de globalización y provocó mayor especulación de inversionistas institucionales ante la mínima sospecha de fallas o problemas en los gobiernos de dichos países. Especulación financiera similar a la que vivimos en México durante aquel tiempo, derivó en crisis parecidas en otros países como Rusia, Brasil, Argentina y algunos del Sudeste Asiático. A partir de la crisis mexicana cambió la actuación de los organismos financieros multilaterales, hoy en día se pone mayor énfasis en la prevención de este tipo de crisis que en el alivio de los resultados al momento una vez que se presentan. México fue el primer ejemplo de las crisis en la globalización y de cómo deben de evitarse.

En el plano nacional, el peor efecto que tuvo la crisis de 1994 fue el desencanto generalizado de nuestra sociedad sobre el tipo de país que queremos. A partir de entonces, los opositores a la incorporación de México en el orden mundial y del libre comercio han encontrado una justificación ante la sociedad para atacar al “neoliberalismo”, lo que sea que eso signifique, pese a que ha sido lo que al mismo tiempo permitió la recuperación. Las fallas que se tuvieron durante aquel año fortalecen las posiciones de muchos políticos de nuestro tiempo que no quieren o no pueden entender las nuevas reglas de la globalización. Hoy en día hay quien sigue pensando en que el verdadero camino es el pasado y regresar a viejas formas de acción pública cuyas consecuencias negativas seguimos viviendo, a pesar de que el mundo y nuestro propio país son completamente diferentes. Se quiere regresar a la visión ensimismada de un país pequeño, al margen de cuestiones no “mexicanas” y orgulloso de la mediocridad. La sociedad que sufrió la crisis lo justifica y apoya.

Estas posiciones se deben en gran medida a la forma en que se dio la mayor apertura política a partir de aquel año. La pésima actuación inicial del gobierno de Ernesto Zedillo fue la bandera que la oposición tuvo para llamar la atención de los ciudadanos furibundos que sufrieron la crisis. Un ejemplo de ello lo ilustra el tema del FOBAPROA. El seguro de depósitos bancarios, denominado Fondo Bancario de Protección al Ahorro, evitó una quiebra total del sistema de pagos, lo cual hubiese profundizado aún más los efectos de la crisis, tal como sucedió en Argentina años después. Pese a los abusos que se cometieron en uso de este fondo por parte de algunos banqueros, su utilización fue determinante para que en pocos meses reiniciara el funcionamiento ordenado de nuestra economía y a partir de 1996 se retomara el crecimiento y la generación de empleos. Sin embargo, el FOBAPROA sigue siendo un tema de controversia y justificación por parte de la clase política “revolucionaria”. Varios proyectos políticos dependen en gran medida de la retórica en torno al FOBAPROA y la sociedad, que en su inmensa mayoría sólo entiende que fue un medio para asegurar las fortunas de los “ricos” costa de los impuestos de los “pobres”, aprueba esta posición. Pese a ello, lo que es un hecho es que gracias a este sistema de aseguramiento y a la oportuna intervención del gobierno encabezado por William Clinton para darle liquidez al gobierno mexicano, se evitó un desastre de mayores dimensiones.

La crisis pudo ser sorteada en poco tiempo gracias a las reformas emprendidas durante los 1980’s y los primeros años de los 1990’s. La apertura económica y el ciclo expansivo de Estados Unidos fue determinante retomar el crecimiento económico y aumentar el empleo, sobre todo en el norte del país. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte –TLCAN‑ fue el medio a través del cual nuestras exportaciones no petroleras crecieron en forma sostenida durante más de cinco años y con ello convertirse en el motor de la economía. Sin embargo, una vez que pasó el efecto de la fuerte devaluación de nuestra moneda, y la reciente reducción de la demanda nuestras importaciones por parte de las empresas norteamericanas, pusieron de manifiesto las fallas estructurales que tenemos y que nos impiden incrementar la productividad y la competitividad nacional.

A partir de la crisis, muchos de los actores que creyeron en la necesidad de modernizar al país para llevarlo al pleno desarrollo, se han ido alejando de esta idea, y por necesidad o por gusto han decidido buscar mejores alternativas de inversión. Un ejemplo de lo anterior lo es la misma industria bancaria. Los problemas de administración, la poca experiencia en el sector, la fuerte crítica de la oposición al FOBAPROA y las deficiencias del marco normativo los obligaron a abandonar este negocio. Los banqueros que se iniciaron en el negocio durante la privatización del sector al principio de los 1990’s han dejado el negocio y buscado otros. La apertura del sector que se dio como condición para los préstamos del exterior ha permitido su mejoría mediante la participación de grupos financieros internacionales, aunque todavía no terminan de consolidar su presencia en el país. Puede esperarse que al mantener una solidez en los fundamentos de nuestra economía esto pueda venir en un tiempo razonable.

La crisis fue un catalizador para apresurar la competencia política y compartir el poder. La ira social que se desató por la crisis obligó la apertura real de los espacios de poder, llegando incluso a la propia Presidencia de la República. Esto, a su vez, ha interrumpido el proceso de transformación económica que se había implementado desde hace poco más de veinte años y que se necesita para poder modernizar a nuestra sociedad. Ante el desencanto generalizado por haber perdido fuentes de empleo, casas y automóviles, los ciudadanos fueron premiando con su voto a todos aquellos políticos que mejor descalificaban la arrogancia y la falta de eficacia gubernamental, aún a costa de que estos políticos se constituyeran en frenos para la transformación que necesita el país. La pequeñez intelectual y política de los actores electos libre y democráticamente han impedido continuar con las reformas necesarias para que prospere la inversión y el empleo.

El “Error de Diciembre” obligó a la apertura política sin que se tengan las condiciones institucionales para el ejercicio del poder que permita modernizar al país. Dicho de otra forma, se transformaron las instituciones para poder garantizar la competencia electoral pero no se han hecho cambios a la estructura y funcionamiento de los tres órdenes de gobierno para lograr gobiernos eficientes y eficaces. Hoy contamos con el Instituto Federal Electoral, con institutos electorales en los estados, con el Tribunal Federal Electoral y con los tribunales electorales estatales, pero no contamos con los incentivos para que nuestros políticos una vez electos sean premiados o castigados por sus acciones públicas. El ejercicio del poder no tiene como centro de atención la mejoría del funcionamiento social, sino la competencia por espacios de poder, por menores que éstos sean.

Bajo esta perspectiva existen dos opciones. Por un lado, podemos mantener el sistema actual, bajo el cual no habrá cambios significativos y el desempeño de nuestra economía seguirá como hasta ahora. Con ello, seguiremos perdiendo el tiempo viendo cómo nuestros políticos encuentran formas cada vez más sofisticadas para denostar a sus oponentes. Por otra parte, podemos obligar a nuestros partidos y candidatos que establezcan claramente qué acciones concretas deberán seguir si son electos para lograr una mejoría sustantiva de estructura de gobierno, que incluye modificaciones a los sistemas de representación legislativa, a los esquemas electorales y el tema de la reelección. Con ello será mucho más fácil coincidir en la agenda de reformas que se necesitan para modernizar al país y que incluye una mejora significativa del sistema educativo nacional, del esquema fiscal acorde con la realidad federal, del marco del sector laboral, del sistema de seguridad social y del sector energético, por mencionar algunos.

Quien sea el próximo presidente de México deberá lograr un acuerdo completar con las reformas que se hicieron en el pasado. Ello con el objeto de lograr tasas elevadas y sostenidas de crecimiento económico, que es al final de cuentas la única forma de lograr mayor bienestar de la población. Las reformas deben tener una concepción integral del país que queremos, lo que necesariamente pasa por lograr un acuerdo con las principales fuerzas políticas y por ende una mayor madurez de todos los actores. Sólo así la sociedad podrá volver a creer en su gobierno y en el rumbo que el país necesita. De otra forma, el camino hacia una nueva crisis se seguirá abonando. Llevamos diez años de la cruda del Efecto Tequila y nuestra sociedad ya no aguantaría una crisis similar. Ya es tiempo de eliminar a los demonios del pasado y ver hacia el futuro.

e-mail: oazuara@cidac.org.mx

 

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